sábado, 11 de junio de 2011

No, no quiero

Ahora que estamos en plena orgía de bodas, no puedo evitar el salir de casa los sábados, bien sea en sesión de mañana o de tarde, y volver con resaca: un luchador de sumō apretándome la cabeza y el estómago centrifugando. No es que me pase con el tinto de verano, ni que me den garrafón, nooo… es que, cualquiera que sea mi recorrido, no me queda más remedio que pasar por varias iglesias, e incluso por el Ayuntamiento de mi ciudad lo que me permite deleitarme con una multitud de frufrús, plisados, plumas y drapeados, así como  poner a prueba mi agudeza visual pudiendo distinguir en los trajes masculinos todas las tonalidades del arco cromático.

Voy a empezar por ellos. Dios mío, que daño han hecho “Los Soprano”. No quiero ni imaginar lo que tiene que costar encontrar el mismo color morado o naranja o verde piscina para la camisa y las rayitas de la corbata, y combinarlo con un tono menos para el traje. Mención aparte merecen los que, en un alarde de modestia no quieren enseñar ni los pies ni las manos, dejando el largo de  los pantalones y las mangas de la americana como los de la casaca del enanito mudo de “Blancanieves”.

Y, por cierto, nunca, nunca, NUNCA se debe a ir a una boda con smoking (yo los he visto, y tan contentos de haberse conocido).


Bueno, allá voy a por la “sección femenina”. Tengo que empezar diciendo que estoy hablando de bodas urbanas y, más o menos clásicas, porque los estilismos de las bodas en el campo o en la playa tienen sus propias normas.

Vale que al hablar de cómo se debe vestir en una boda, hablamos de unos cánones establecidos, y cada uno es muy libre de pasar de ortodoxias y tradiciones, pero, chicas, unos mínimos sí que hay que cumplir. Como estoy a medio camino de ser una diosa, yo solo voy a dar cinco mandamientos:

1º Los colores: yo no estoy muy de acuerdo con el tema “no vestir de negro”, porque, afortunadamente hoy en día para la mayoría de los mortales (nunca mejor dicho) ya no es un color de luto, pero bueno, si se puede evitar, mejor. Lo que sí sigo a rajatabla es lo del blanco, más que nada por cortesía con la novia, al fin y al cabo me va a pagar la comida. También es bueno evitar el rojo y los colores estridentes; el día ya tiene protagonistas.

2º Una boda no es un casting para la nueva versión de “Moulin Rouge”. En lo posible evitemos los escotes excesivos y las faldas escasas. También es conveniente huir de las transparencias y, sobre todo en bodas de día, de las lentejuelas y pailletes.

3º En bodas de mañana, por favor, nunca vestido largo, por algo se llaman trajes de noche. Para el momento mañana optaremos por el traje o vestido de cocktail. Podemos elegir un traje sencillo y apostar por los complementos.

4º Los sombreros y pamelas, sólo para bodas de mañana, pues la finalidad de estos complementos es evitar el sol, y claro, a no ser que el convite se celebre a unos 17.000 kms. de la ceremonia –lo que es altamente improbable- o que la ceremonia dure unas dieciséis horas –lo que sería altamente insoportable- no suele cumplirse que entremos en la ceremonia de noche y en el banquete, de día.

Si la boda es de mañana y nos decidimos por un sobrero o pamela, o, en cualquier caso, si elegimos un tocado, no podremos quitárnoslo hasta llegar a casa y sustituirlo por el gorrito de dormir.

Al elegirlo, no debemos dejarnos llevar por el espíritu de Ascot y hemos de tener en cuenta que tendremos que lidiar con el ala de la pamela, las plumas de pavo real o la redecilla durante muuuuchas horas.

En el caso de las bajitas, no os excedáis con el tamaño de la pamela, bajo pena de parecer David el Gnomo protegiéndose bajo una seta.

5º Aunque sea verano, es conveniente llevar medias, pero por favor, nunca oscuras ni tupidas aunque la boda sea en la estepa siberiana y tiritemos de frío al ritmo de la lambada.

No como mandamiento, pero sí como consejo, os recuerdo que existen zapatos bajos estupendos y que las que no están acostumbradas a llevar tacones, no tienen que hacer una promesa a la Virgen de los Dolores y subirse a unos andamios de dieciséis centímetros para acabar amargándose el día. Os juro que a veces he visto a invitadas que aún no han entrado en la iglesia y ya no pueden ni con la uña del meñique.


En fin, que lo importante es no llamar la atención y tener muy claro que vamos a una boda y no a un baile de disfraces.

¡¿Vivan los novios?!


1 comentario:

  1. ja,ja,ja, me he reido un montón, muy bueno, seguiré tus consejos, y podian seguirlos también las invitadas a las bodas que tenemos en frente de casa, que bodas más poco glamurosas, verdad! ; )

    ResponderEliminar

Me encanta leer tus Cool&Cold-mentarios.