domingo, 15 de abril de 2012

Una de romanos


Si le habláis a alguien que haya pasado la cincuentena del peplum, sin duda, pensará en Charlton Heston intentando hacerse con la cuádriga de Ben Hur, en el odioso Nerón de Quo Vadis, o si es un pelín friki, en Steve Reeves matando (mayormente, de aburrimiento) a un león. Pero no, no os creáis que hoy la cosa va de cine, bastante empacho de romanos hemos tenido en Semana Santa (válgame el cielo, ¿cuándo van a variar la programación? Si quieren que veamos romanos, que nos pongan Gladiator, por lo menos nos deleitaremos viendo a Russell Crowe). En fin, que hasta hace dos telediarios, el peplum sólo era un género cinematográfico en el que salían muchos romanos malos, muchos leones fieros y muchos cristianos buenos y, según los anteriores, sabrosísimos. Pero últimamente hemos aprendido que el peplum también es una prenda con un volante colocado justo entre cintura y caderas, haciendo destacar a éstas últimas y convirtiendo a la mujer en un ocho (algunas un 8 y otras un 8, y luego dicen que la naturaleza es sabia, pues puede ser, pero mal repartida).

El origen del peplum tenemos que buscarlo en los peplos de la Grecia Dórica. Estas túnicas atadas a la cintura, formaban un volantito a la altura de las caderas, destinado a resaltar la femineidad de la mujer. El modelito en cuestión fue adoptado también por las romanas y, con el fin de su Imperio cayó en desuso hasta la llegada de otro Imperio, el Austriaco, ya que fue la hija del Emperador Francisco I, María Antonieta, quien volvió a poner de moda el peplum, que se adaptaba a las mil maravillas al gusto por el exceso de la corte de Versalles (sin duda, me he equivocado de época).

Nuevamente, con la caída de la monarquía en Francia, marcada por la caída de las cabezas de María Antonieta y su jamás amado marido, Luis XVI, también el peplum volvió a caer en desuso, resucitando, no al tercer día, sino más o menos cien años después, a finales del siglo XIX, combinado con el polisón (¿algo más para ponerse encima? Pero esas chicas como podían moverse...). Cuando las mujeres empiezan a liberar su cuerpo de polisones y corsés, el peplum vuelve a entrar en el baúl de los recuerdos, y allí se queda hasta que a mediados de la década de los cuarenta, de la mano del gran Christian Dior y su New Look vuelve a estar en auge. La posguerra va unida a un gusto por las redondeces femeninas, que simbolizaban una buena alimentación (sesenta años más nos han llevado al Biomanán y la Dieta Dukan, ¡toma ya!). Esta época fue también la edad dorada de las películas de romanos, lo que también ayudó al auge del volantito en cuestión. De hecho, fue bautizado así por el crítico de cine Jacques Siclier que en Cahiers du Cinéma asoció este tipo de películas épicas con el volante que adornaba las túnicas de la chica de la peli (se me olvidaba antes, romanos malos, leones fieros, cristianos buenos y, por supuesto, chica guapa y sufriente hasta la extenuación).
Y, otra vez, nos olvidamos de él hasta que Thierry Mugler, guerrillero de las curvas femeninas (“Las mujeres tienen que estar orgullosas de sus curvas. Las caderas anchas simbolizan fertilidad y transmiten sensualidad.” - bien por tí, guapetón) lo utiliza en sus supersofisticados vestidos de los 80.

Y como en la moda no hay nada inventado y, además, estamos condenadas a repetir la historia, aquí estamos, nuevamente, luciendo volante alrededor de la cadera.
En todas las pasarelas han desfilado caderas (bueno, -caderitas-) recubiertas de volantes. De todas las que he visto (que han sido un montón), sin duda, mi favorito es el peplum dominatrix de Alexander McQueen (hasta la capuchita le perdono).


Pero tampoco le voy a hacer ascos a esta maravilla de Givenchy.

Me ha encantado la raza española de este modelo de Lanvin.


Cómodo, lo que se dice cómodo, pues mira, no, pero me ha parecido fantástico el modelo de Cushine et Ochs.


Pero, como mi alma de péndulo me lleva de extremo a extremo, de mi lado duro, pasaría al más dulce, emplumándome gentileza de Jason Wu.


Me deja sin respiración la propuesta de Vera Wang.


Y se me acelera el corazón al ver este Christian Dior.


Como no es un secreto que adoro a Elie Saab, no haré comentario alguno sobre su arquitectónico volante (¡ay! ¡qué bonito! lo siento, he tenido que comentar...).


Y no sé que pensar de la mezcla peplum-miriñaque que nos propone Zac Posen (fantástico para abrirte hueco en el sitio de moda).


Pero, como siempre, a las pasarelas, le siguen los escaparates low cost, donde he encontrado montones de propuestas para rellenar mi wish list. Empiezo por este top metalizado de H&M, fantástico con pitillos y taconazo (¡ummmm!)
Y no voy a poder volver a dormir hasta que esta maravilla de Guatequecacahuete ocupe una percha en mi vestidor.

En el más puro estilo Mad Men me ha salido al encuentro este estupendo Dorothy Perkins (¡que tiemble la Hendricks, que aquí estoy yo...).


Y para un día especial no dudaría en elegir este vestido de Net-à-porter.


Me encantaría ser la mujer de rojo, enfundada en este Wallis.


Y aunque los estampados no son lo mío, no voy a despreciar este conjunto de Asos.


También puedes adaptarlo a tu working look si optas por el modelo que he visto en Barbarella,
las propuestas de Blanco,

o las de Zara.

Y si pensáis que no es una tendencia cómoda, os propongo el top de Sfera,


la americana marinera de Tibi,
o la dulce propuesta de Pepa Loves.

Este verano, ¡ataque romano!



domingo, 1 de abril de 2012

Cola de gallina




     Si os he engañado y pensáis que voy a hablar de plumas (por cierto, siguen siendo tendencia esta temporada), biiip, error. Aunque muchas veces he confesado mi debilidad por ellas y cualquier 3D que se le pueda añadir a una prenda: pelos, flecos, paillettes, etc.; vamos, que hasta a las bolitas de la lana les encuentro yo encanto, esta semana no van por ahí los tiros.

     Aunque a veces me resisto a utilizar un término extranjero para referirme a algo, por ejemplo, donde esté un lunar autóctono, tipycal spanish, que se quite un polka dot de sabe dios dónde, en este caso no me discutiréis que es bastante más glamouroso llevar un vestido tail hem que una falda cola de gallina, ¡dónde vas a dar! Y si algún despistado está pensando en una bailarina en pleno frenesí sambero, con sus gloriosas nalgas cubiertas de plumas, nada más lejos de la realidad: el tail hem es el nuevo largo. Cualquiera que haya visto un escaparate esta temporada no habrá podido escapar de las prendas cortas por delante y largas por detrás.

     El 2012 nos ha traído la asimetría. Ya lo habíamos visto en las pasarelas, desde la Alta Costura de Yiqing Yin,


o Zuhair Murad (¿cómo puede algo ser tan bonito, bonito, bonito? Con este vestido me pongo yo cola de gallina, orejas de conejo o belfo de mula, tanto me da.)


al prêt-à-porter fluor de DKNY,


el pastel de la camisa tail hem (no sólo de faldas y vestidos viven las colas de gallina...) de Givenchy,


la sobriedad de DOO.Ri,


o Jason Wu


que también nos presenta esta tendencia en versión maxi.

     Pero también las marcas low cost nos ofrecen multitud de propuestas. En Bershka he encontrado esta falda perfecta para cualquier working girl.

También para combinar con nuestros look de trabajo, o nuestros outfit más casual, las propuestas en negro de Top Shop



y Zara,


o la combinación tail hem-falda lápiz de Blanco.

     Me ha encantado la propuesta en lunares de Lavish Alice,



     Las que esta temporada no podáis huir de BBC (Boda-Bautizo-Comunión), podéis apostar por la versión brillante de Top Shop,


el vestido de encaje de TRF Zara,

o -mi apuesta particular- el vestido de Top Shop, muy chic con complementos dorados.


     También en negro, me ha encantado este vestido que he encontrado en Asos.

     Pero también podemos combinar el largo tail hem con otra tendencia de temporada, los plisados, como en esta propuesta de Blanco,



o Christopher Kane.

     Y no olvidemos que no hay mejor vida para una gallina que la campestre, así, he encontrado muchísimas propuestas florales, de lo más pastoriles, como la versión sillón de cottage inglés de Lavish Alice,



o los modelos que he encontrado en Pull & Bear,


o Zara.

     Sea como sea, esta temporada, ya hemos caído en la trampa: ¡disfraz de gallina!



P.E. Te he querido siempre. Te he querido incluso cuando mi rebeldía adolescente me obligaba a no hacerlo. Ahora me estás demostrando que es cierto eso que decían los cuentos que me leías cuando era pequeña: los príncipes valientes vencen a los dragones. Eres mi caballero de brillante armadura. Mi héroe. Mi padre. Y te quiero.