Adverbios interrogativos

Os echaba de menos. Estas semanas han sido la locura. Quién de verdad se crea más aventurero que el Dr. Livingstone, debería enfrentarse a la invasión de las cajas de mudanza (eso si da terror y no la de los ultracuerpos esos). Si Wally de verdad quisiera esconderse, podría haberlo hecho en el pasillo de mi casa entre cajas, maletas y bolsas del tamaño de las pirámides de Ghiza. Si no creéis que Spiderman existe, tendríais que haberme visto deslizándome por las paredes para atravesar la casa.

Pero el esfuerzo de este cambio ha tenido una recompensa: ¡tengo vestidor! El sueño de mi vida se ha hecho realidad. Hay quienes se fijan grandes retos. Yo, como soy superficial, frívola y consumista, me conformo con un espacio donde mis “seres” queridos (ropa, bolsos, zapatos, zapatos, zapatos) puedan ser felices. Pero el ordenar mi Edén particular me ha hecho plantearme muchas preguntas. Os las lanzo por si podéis ayudarme a darles respuesta:

·        ¿DÓNDE guardaba antes todo? Nunca he logrado entender muy bien la teoría de la expansión del universo, pero no me parece ni la mitad de difícil que entender como es posible que no quede ni un hueco en un vestidor, dos cómodas de la anchura del guardaespaldas de la Beckham, y un armario empotrado,  si antes las cosas cabían en tres armaritos.

·        ¿QUIÉN fui en una vida anterior? Me gustaría pensar en que fui una gran sacerdotisa, un artista de reconocido prestigio o un baluarte de la vida cultural que compartía tertulias con, por poner un ejemplo, Oscar Wilde. Pero a la vista de mis 94 pares de zapatos, he de rendirme a la evidencia, por dura que sea. En mi vida anterior fui…¡un ciempiés! No hay otra explicación. Bueno, sí, un desorden obsesivo compulsivo, pero, qué queréis, me quedo con lo del ciempiés.

·        ¿QUÉ aventuras me esperan a lo largo de mi vida? Como no tengo una bola mágica, no sé lo que me depara la vida, pero mi subconsciente debe tener la intuición de que voy a vivir toda clase de situaciones, por eso me impulsa a diversificar mi vestuario con ropa de lo más variada: deportiva (pero, ¿cuándo hago yo deporte? ¡Si veo una mancuerna y me sale un sarpullido!), de trabajo (aunque amplíen la jubilación a 70 años – y en ello están – no tendré que comprarme ni una sola blusita hasta mi comida de despedida), de noche (podría tener más vida nocturna que Nosferatu sin repetir modelito en un año entero), y casual (más vaqueros que Búfalo Bill, más camisetas que Brando, más faldas que el ejercito de Braveheart, etc., etc.).

·        ¿CUÁNDO he optado por adoptar el hinduismo e imitar a  Visnú? Sólo tener tantos brazos como Visnú y colgarme uno en cada codo explicaría la necesidad de tener más de medio centenar de bolsos. Eso o ser la reencarnación de un pulpo, pero ya he aceptado lo del ciempiés.

·        ¿POR QUÉ los científicos se empeñan en fastidiarme hablándonos del calientamiento del planeta? Por favor, por favor, ¡que vayamos hacia una glaciación! Así nadie podrá pedirme explicaciones sobre la existencia en mi armario de más de dos docenas abrigos, plumíferos, chaquetones, trench, parcas…

·        ¿CUÁNTO dinero ha pagado Amancio Ortega por Torre Picasso? No creáis que es simple cotilleo. Me interesa porque estoy firmemente convencida de que Mr. Inditex ha pagado la torre con el dinero que yo me he dejado en sus tiendas a lo largo de mi vida.

Tanta filosofía me agobia, ¡me voy de shopping!

P.E.: Y la semana que viene, ¡moda!