domingo, 18 de diciembre de 2011

A las doce...


A las doce pueden pasar muchas cosas: tu coche se puede convertir en calabaza (aunque es más probable que se lo haya llevado antes la grúa), puedes perder un zapato de cristal (¿te he dicho que no es bueno que te automediques?) mientras te persigue un príncipe azul (no se me ocurre ningún comentario que no haga que se levanten en armas los lectores masculinos), pero el hecho más universal que ocurre una día de cada 365 (a veces, 366, gentileza del Papa Gregorio XIII) a las doce de la noche es el cambio de año.

Cada país lo celebra de una forma distinta: en España nos empeñamos en arriesgar la vida zampándonos doce uvas a razón de una por segundo (este año puedes intentar burlar a la muerte si lo haces mirando a Paquirrín en la Cinco, uff, ¡deporte de riesgo!). En Italia se ponen morados a lentejas (¿quién es la guapa que luego se embute en un vestido hiperceñido?). En Escocia incendian un barril de madera y lo lanzan rodando por la calle (siempre tan delicados…). En Alemania queman castillos de fuego para ahuyentar a los espíritus malignos (no funciona, porque allí sigue la Merkel). En Nueva York tras la caída de la bola en Times Square se lanzan millones de papelitos en los que se han escrito deseos. En Rumania las solteras colocan una rama de albahaca bajo la almohada para que el sueño les revele el rostro de su futuro esposo (espero, por su bien, que no vean las campanadas en Tele5 a través de la parabólica y sueñen con Paquirrín…). Pero lo que es común a todos los países es lo de ponerse de punta en blanco para recibir al año nuevo. Presiento que ni así le convenceremos de que sea bueno y traiga de vuelta a las vacas gordas.

Este año una buena opción es elegir una de las muchas propuestas de vestidos cortos que han inundado las tiendas. La mayoría, además, no terminarán la noche entrando en el armario para no salir jamás, y podrás amortizarlo poniéndotelo en una cena con amigos o un día cualquiera en el que quieras verte más monísima de lo habitual.

Como hay que empezar por algún sitio, porqué no por la propuesta asimétrica de Stella McCartney.

O su versión made in Blanco.
Siguiendo con propuestas negras y asimétricas, me quedo con esta maravilla de Etxart & Panno.
Si quieres estar tan maravillosa como una noche estrellada, no te pierdas el diseño de Topshop.

Esa misma marca me ha enamorado con este modelo, y encima dicen que las plumas dan suerte… (que se lo cuente al marabú, que se ha quedado pelado como Coto Matamoros…)
Si te da yuyu empezar el año tan de luto, puedes suavizarlo con el color de moda, el nude, como en este vestido lencero de BDBA.

O el minivestido setentero de la misma marca.


Sin palabras me ha dejado la propuesta de Mathew Williamson (si fueras mío te sacaría de paseo hasta para ir a Lidl…)


Y desde luego no voy a volver en mí mientras siga mirando este modelo de Zuhair Murad (iba a decir que cualquiera estaría maravillosa llevándolo, pero se me ocurren algunas que sólo mejoran metidas en una escafandra).

Si quieres empezar el año como una auténtica lady, no te pierdas este Ted Baker.

Pero si lo que te has propuesto es incendiar la noche, nada como este modelo de la misma firma.


Y si crees que lo tuyo es comenzar el año con una noche salvaje, puedes elegir entre el minivestidos de Versace para H&M,

la cinturita de avispa de Topshop (te aconsejo que no lo elijas si eres italiana y has cenado lentejas),
las transparencias de Jota+Ge,

o las asimetrías de Blanco (cebrita, cebrita, reza para que no aparezca el tigre…).
Pero si eres de las supersticiosas y no quieres correr riesgos, elige el rojo de Cavalli,


de Topshop (además engañarás al personal pareciendo una niña buena),


o de Asos.
Te pongas como te pongas, ¡disfruta esa noche!


sábado, 17 de diciembre de 2011

Happy birthday, Cinderella



     Ayer las chicas de Cinderella nos invitaron a la celebración de su primer aniversario (vendrán muchos más). Fue una excusa estupenda (la verdad es que no nos hacen falta) para coincidir con otras bloggers y ponernos al día. Además nos sorprendieron con un desfile en el que unos estupendos modelos descamisados fueron los encargados de lucir los zapatos (creo recordar que también había una modelo, pero, ya véis, en ella me fijé poco).

     Sólo tengo que destacar un punto negativo: durante la noche nos comunicaron la puesta en marcha de su web de venta online (http://www.cinderellashoponline.es/) ¿Por qué me hacéis esto? Hasta ahora mis pobres tarjetas podían tomarse un respirito fuera del horario comercial y los domingos y fiestas de guardar, pero ahora, ahora... 24 horas al día, 365 días al año ESTÁN EN PELIGRO!!!

     Me encantó compartir un rato con vosotras. Ahora, a esperar a ver con qué nos sorprendéis el año que viene (y el siguiente, y el siguiente, y ...).

     ¡Muchas felicidades!!!

domingo, 4 de diciembre de 2011

La fiebre del oro




La historia del oro va unida a la historia de la humanidad. Ya en la necrópolis de Varna, fechada en el IV milenio a.C., se encontraron todo tipo de cacharritos y adornitos elaborados con oro. Desde entonces hasta ahora, todas las civilizaciones se han rendido al poder dorado y su obtención ha marcado muchas épocas de la historia, desde la búsqueda de El Dorado, que estimuló la exploración y conquista del continente americano, hasta la californiana Fiebre del Oro, posiblemente la mayor migración y población de un territorio llevada a cabo por el hombre.


No creo que haya ningún estudio que lo confirme, pero tengo la seguridad de que los humanos compartimos un altísimo porcentaje de nuestro ADN con las urracas, razón por la cual nos pierde un destello. Ese gusto por el brillito hace que a lo largo de los siglos nos hayamos empeñado en disfrazarnos de Becerros de Oro cargando con toda clase de joyas (desde narigueros – ¡cielos! – o tiaras, hasta esclavas tobilleras) o que hayamos incrustado el metal en cuestión, en nuestras prendas de ropa. A mí, particularmente, me pierden las sandalias de oro encontradas en muchos enterramientos egipcios. Ya me estoy imaginando con un LWD (la combinación oro-blanco es superelegante) y los pies en carne viva (me da a mí que la laminita de oro te hace un peeling a nivel de hueso) arrastrándome (recordad que las sandalias me habrán dejado los pies un pelín perjudicados) por las terracitas más fashion del verano.

Dicen que en épocas de crisis lo mejor es invertir en oro (así me va a mí, que invierto en trapitos y zapatos. Si es que no aprendo…) y será porque estamos atravesando un tiempo de vacas anoréxicas (ya ni siquiera son flacas) por lo que este año el invierno se ha teñido de dorado para hacernos brillar como nunca. Nos hemos rendido sin condiciones a lamés, glitter, lentejuelas y lurex.

Las mejores marcas han apostado por los distintos tonos de oro, desde el amarillo rabioso hasta el bronce y desde el brillo fulgurante hasta su versión mate.

Stella McCartney nos presenta unos abrigos, cuando menos, poco favorecedores (no voy a hacer más comentarios, que no quiero ganarme enemigos).


Y recurre a estampados “mira cómo ha arrugado el morrito mi coche al encontrarse con esta simpática columna” que imitan los pliegues en una lámina de oro (sigo sin hacer comentarios, muda como Belinda…)


Yo, la verdad (llamadme clásica…) prefiero la propuesta de Oscar de la Renta y su total look dorado.


Dolce & Gabbana combinan el dorado con sus estrellas, uno de los estampados imprescindibles de la temporada.


El mismo estampado lo he encontrado en una camiseta de Mango.
Me ha encantado el vestido mini de Balmain.


Y su clon de Mango.


También me he rendido a la falda setentera de Marc by Marc Jacobs.


La he encontrado muy (pero que muy, muy) parecida en la web de River Island.


Me parece muy favorecedor y superponible el top asimétrico de Tory Burch.


Si tuviera oportunidad (y la Visa en plena forma), no me importaría nada lucir estas Navidades el fantástico vestido de noche de Bottega Veneta.


Pero si duda, mis elegidas son las propuestas de la Colección Crucero de Gucci. Me encanta la combinación blanco-negro-dorado,

o sus total look, en versión mini (ojo al fantástico bolsito) o maxi.



En versión low cost, me quedo con el vestido de inspiración griega de Versace para H&M.


O el vestidito de Blanco (¿a qué es monísimo?).

Me deja sin palabras la mini de lentejuelas que he visto en Zara.


Si os da pavor convertiros en burbujitas Freixenet, pero también os ha subido la fiebre del oro, podéis desterrarlo a los complementos, como en las estrellas de la temporada: los Miu Miu en versión glitter.

O, mis favoritos, los más brillantes de la familia Lita de Jeffrey Campbell (cuanto más los veo, más me enamoran).


Y huyendo de la sobredosis, una pildorita de dorado en la propuesta de Black Dyamonds.

O en los fantásticos tacones de Topshop.

De los pies, a las manos. Me quedo con el clutch de Jimmy Choo (brillantina en estado puro).
el bolsito de mano de Louis Vuitton,


o el clutch de Black Dyamonds (¡cómo me gusta ese lazo!)
Para los días de shopping más glamourosos me quedo con el shopper de Zara.
Y hasta las más reacias a dorarse (no confundir con el tonillo de los asados navideños) caerán en la tentación con el cuello bebé de YSL.
Y el collar babero de Asos.
¡Empacho de oro!


P.E.: todos los que queremos a Elmer y le echamos de menos, os damos las gracias por los cariñosos comentarios que habéis escrito. Gracias por vuestro apoyo. Sois todos FANTÁSTICOS!!!