No, no, no penséis que estoy intentando sabotear la jornada electoral, ni creáis que he pasado olímpicamente del corrector ortográfico. Bastante hemos tenido con estos quince días (quien dice quince, dice quinientos…) de campaña electoral para que venga yo ahora a amargaros el domingo. En España no tendremos mucha tradición democrática y hace treinta y tantos años la palabra “vota” sería trending topic, pero, ¿hay algo tan español como la bota? Estoy segura de que en la equipación de un descubridor que se preciara había una bota y un bocata de tortilla o, en su caso, de calamares. Y así se forjó un Imperio. Pero como los expedicionarios me importan más bien poco y las situaciones en que se cambia el clutch de Alexander McQueen por la bota de Don Simón, están entre la lista negra de mis aficiones (es decir, me interesan nada o menos), voy a centrarme en otras botas.
Desde que el hombre se volvió civilizado (según y como entendamos lo de civilizado, porque todavía a veces somos bastante rupestres) nos han acompañado las botas. Ya en el 15.000 a.C. tanto hombres como mujeres las utilizaban. Con el paso de los siglos, este calzado quedó limitado al vestuario masculino, utilizando las mujeres piezas tan delicadas que llegaban a impedir que salieran de casa (y hacia ese futuro vamos como sigan creciendo las alturas de los tacones). Tuvimos que esperar hasta el segundo cuarto del siglo XIX cuando la nueva mujer (más independiente y más curiosa) comenzaría a calzarse con botas de caña baja, muy distintas de las masculinas. No sería hasta la segunda mitad de ese siglo cuando se estiraría la caña la bota femenina, llegando a acariciar la rodilla. A finales de siglo caen en desuso las botas de paseo y de fiesta, volviendo este calzado a recuperar su finalidad exclusivamente laboral. Hasta mediados del siglo XX no volverían a pisar fuerte en el mundo de la moda. En las décadas posteriores su protagonismo ha sido desigual, pero esté año se están haciendo hueco a puntapiés en todos nuestros armarios.
Cualquiera de las tendencias que hemos adoptado esta temporada: motera, print animal, neo-punk, navajo, pelo largo, seventies (poned la que queráis) se ha reflejado en el universo bota.
Yo que soy muy obediente (a veces) me he plegado a todos los dictados de la moda (¿qué queréis?, una es fashion victim hasta el tuétano) pero uno de los momentos en que más disfruto es cuando me disfrazo de “tengo una Harley aparcada en la esquina”. Y disfrutaría muchísimo más si en mi atrezzo pudiera incluir el modelo Marisa de Christian Louboutin.
Por si me cuesta cambiar de marcha con el taconazo, me “conformaré” con las Yule de Jimmy Choo.
Dándole un respirito a la Visa (que vienen las Navidades y en esa época ella sufre más que los pavos), me han gustado mucho las Ash cuajaditas de tachas.
Y la propuesta de Zara.
Pero, ya os lo he dicho muchas veces, lo mismo soy un “Ángel del Infierno” que el angelito de papá, y me vuelvo más lady que nadie. Este cambio de personalidad no va a romper mi amor incondicional por Monsieur Louboutin, y sus Vicky.
La selección no sería completa sin las botas Mary Jane de Miu Miu, con pierna incorporada.
Me han enamorado las Extravagance de Patricia Rosales (Chanel patrio).
Me parecen supercómodas estas YSL.
Me ha parecido fantástico el par que he encontrado en Guess.
También me he apuntado al estilo setentero, con el modelo Kesha de Asos,

estas Comptoir des Cotoniers,
o las animal print de Zara.
De vez en cuando saco a pasear a la dominatriz que llevo dentro y en lugar de ponerme las botas de siete leguas, elegiría estas fabulosas Louis Vuitton,
o las Eivissa de Mascaró (¡ésto sí que es una maravilla y no los jardines colgantes de Babilonia!).
También hay veces que me gustaría soltar adrenalina persiguiendo bisontes disfrazada de Pocahontas. Me ayuda Isabel Marant y sus maravillosos flecos.
O su clon asequible de Stradivarius.
Me pido el modelo The Beast de Irregular Choice (como podréis observar, le he dado caza al bisonte…)
Cómo Mamá Naturaleza no me hace ni mijita de caso, también he tenido que escoger unas botas que me mantengan sequita en los días de lluvia. Si os gustan las botas Wellington (wellis, para los amigos), seréis incondicionales de las Hunter.
En versión económica las he encontrado en Fun & Basics.
Ya sé que algunas me vais a poner dos velas negras, pero, qué queréis, a mi ese momento “querido, prepara una ensaladera que voy a cabuchar el huerto” o “querido, prepara la sartén que voy a pescar truchas” no me hace ni la más mínima ilusión. Mis favoritas para la lluvia (¡cómo he podido formar una frase que contenga favorita y lluvia!?) son, sin duda las Melissa. El modelo inspirado en las botas de montar me parece fantástico.
También me he rendido a las Rosalyne 06 de Pirelli Pzero.
Y a las Julia de la misma marca (Capitán Pescanova en versión glamour).
¡This boots are made for walking!